La historia de Valentina
Valentina empezó el liceo en 2012 en el departamento de Canelones.
Fue poco después que descubrió que no le gustaba asistir a clases.
“Sufría de ansiedad en el liceo, […] no me llevaba bien con mis compañeros porque sufría de bullying”.
Valentina tenía miedo de decírselo a su madre, así que iba a la institución, pero se quedaba en la biblioteca, faltando a sus clases.
Después de faltar durante tres meses, una de sus profesoras amenazó a Valentina, diciéndole que si faltaba mucho, se iba a ir a categoría D.
“Y yo le pregunté qué era categoría D. ‘Examen libre, ahí tenés que estudiar hasta lo que no hay en el curso. Y si lo salvás, pasás la materia, pero es muy difícil salvarlo’”.
Lo que no sabía esa profesora era que lo que le dijo aquel día a Valentina sentó las bases de cómo decidiría recorrer su trayectoria educativa a partir de ese momento.
Así que, en lugar de asistir a clases durante todo el año, Valentina decidió faltar a sus clases y rendir exámenes libres para todas sus materias a fin de año.
Eventualmente, su madre se dio cuenta de la situación cuando, a fin de año, Valentina llegó a casa con un boletín lleno de bajas, por sus inasistencias.
“Ahí hubo un escándalo en mi casa y entré un poco en depresión porque quería ser profesora de inglés y no sabía cómo llegar sin ser por el camino del liceo”.
Ese diciembre, Valentina estudió durante poco más de un mes; rindió 11 exámenes en una semana y volvió a rendir dos de ellos en el período de febrero. Aprobó todos las materias.
Al año siguiente, la familia de Valentina se mudó a Tacuarembó, donde se inscribió en un nuevo liceo.
Usó la misma estrategia de no ir a clase y dar todas las materias libres a fin de año. Solo que esta vez, su madre sabía.
“[A mi familia le] irritó mucho que yo no quisiera asistir al liceo porque para ellos era el lema: tenés que ser alguien en la vida. ¿Y cómo sos alguien en la vida? Teniendo un título.”
“Nadie me incentivó. Todo el mundo pensó que era un caso perdido.”
En tercero, Valentina hizo lo mismo.
Ese año, a los 14, empezó a trabajar limpiando casas, vendiendo comida y leyendo en residenciales.
En cuarto, hizo el intento de asistir nuevamente a sus clases.
“Me esforcé bastante por encajar porque me di cuenta de que no tenía amigos. Entonces intenté ir y salvé raspando.”
Y en quinto grado, volvió a faltar a clases y rindió sus exámenes a fin de año.
Al año siguiente, la vida de Valentina tomó un nuevo giro.
A su hermana mayor le diagnosticaron cáncer, y decidió mudarse con ella a Montevideo para cuidarla mientras recibía tratamiento.
Después de que a su hermana la internaran, Valentina tuvo dificultades para dar sostener sus estudios en la capital.
Al año siguiente, intentó cursar sexto nuevamente, pero su situación personal y la enfermedad de su hermana lo hicieron difícil, y finalmente abandonó.
Hoy, seis años después, le quedan dos materias para terminar el liceo, pero no ve sentido en terminar.
Se certificó para ser profesora de inglés mediante una institución privada y actualmente está dando clases.
Así se ve su trayectoria educativa.