La historia de Santiago
Santiago empezó el liceo en 2017, en Montevideo. En ese momento, vivía con sus padres y su hermana.
Ese año, no le fue bien académicamente.
Por lo que, en 2018, repitió primer año.
“En sí fue malo, porque de los 32 que éramos en la clase, 10 repetimos. Ver a todos pasar y al otro año verlos todos en segundo fue duro”.
“[Mis padres] me dijeron que me ponga las pilas el otro año, porque si no, se me iba a terminar todo. Y así fue, me puse las pilas y pasé.”
Al año siguiente, Santiago cursó segundo grado.
Y en 2020, tercero.
“Durante la pandemia me fue bien, me sirvió, me levantaba mañana, hacía todos los trabajos. Me fue bien todo el año. Cero bajas tenía”.
Las clases eran virtuales, pero los alumnos no asistían tanto.
“La vez que fuimos más, éramos diez, quince… Pero siempre éramos dos o tres no más”.
En cuarto, Santiago se cambió a un liceo de enseñanza superior media.
Pero esta vez, al final del año, había reprobado seis materias.
Así que, al año siguiente, recursó esas seis materias.
Pero en diciembre, había reprobado cinco de ellas.
“Cuando recursé y repetí de vuelta, [mis padres] me dijeron que estudie o que me ponga a trabajar”.
“Me desmotivó mucho. (…) Para mí, [la repetición] no [es efectiva] porque hay muchos que cuando repiten se desmotivan y prefieren dejar de estudiar y ponerse a trabajar, y no terminan el liceo”.
“La mayoría que dejó el liceo es porque ya repitió una vez sola. O ya lo intentó varias veces y repitió muchas veces”.
Santiago se vio forzado a dejar su liceo porque le dijeron que no podía cursar cuarto grado con 18 años.
Pidió el pase para otro liceo, pero para cuando llegó a ese liceo, le dijeron que estaba lleno y que tenía que esperar.
No fue hasta junio que recibió el llamado de su liceo para decirle que lo aceptaban —en plena época de parciales—.
“Como entré en parciales, estaba perdido, no entendía nada, y ta”.
“Además de que entré y era nuevo, no conocía a nadie. (…) Los alumnos que estaban en la clase tampoco me hicieron acoplarme a la clase, no me hicieron sentir muy cómodo.”
Así que, después de un par de semanas, Santiago dejó de ir.
Nadie en el liceo lo llamó para preguntarle qué había pasado o para ofrecerle apoyo.
Desde entonces, Santiago ha estado tomando algunas changas, y buscando oportunidades laborales.
Así se ve su trayectoria educativa.