La historia de Agustina

Agustina empezó a asistir al liceo en 2012, en el departamento de Tacuarembó.

Ese año tuvo muchos problemas familiares y, por ese motivo, casi no asistió a clases.

“Habrá sido hasta traumático porque se me borró bastante la primera vez que cursé primer año”.

Agustina repitió el año por faltas, por lo que al año siguiente recursó primero.

“Ves que tus amigos que tenías de antes están en otra cosa. Fue como hacerlo por primera vez porque yo casi no había ido la primera vez. Me preocupé porque me sentía atrás y en el año siguiente me esforcé más y me fue muy bien”.

Con esa generación, Agustina pasó a segundo en 2014.

Tercero…

Y cuarto grado.

Pero Agustina seguía con problemas en casa y sabía que quería algo diferente para su vida. No le gustaba la vida donde vivía, mientras que le llamaba el estilo de vida en Montevideo, donde visitaba a su abuela ocasionalmente.

Así que, después de ese año, a los 17, decidió que quería mudarse a Montevideo y asistir al liceo allí.

“Estaba muy sola en mi casa y todo eso. Acá [en Montevideo] estaba mi abuela, tenía un vínculo con ella más cercano que [con] el resto. Me vine más que nada porque sentí más apoyo”.
“El ambiente en el liceo era distinto en el interior y en Montevideo. En Tacuarembó es más serio, más cerrado. En Montevideo es más dinámico”.

En 2018, Agustina decidió dar un nuevo giro y cambiarse a la UTU para estudiar Electromecánica, a pesar de que le significara alargar dos años más su educación media.

En paralelo, se mudó con su tío y su hermano mayor.

“Me costó mucho saber qué es lo que me gusta realmente. En un momento pensé que me gustaría saber hacer las cosas yo misma. Mi abuelo trabajó en cosas así toda la vida, entonces me llamaba la atención aprender un poco más de lo que había estado viendo antes”.
“En la UTU, era la única mujer de mi clase. Todos sentían que tenían que tener cuidado con lo que decían porque había una mujer. Pero siempre me sentí integrada”.

Al año siguiente, Agustina empezó su segundo año en la UTU, pero semanas después encontró un trabajo y la abandonó.

“Vivía con mi tío y tenía los boletos gratis para ir a la UTU. Pero necesitaba más para mis cosas personales. Cuando me ofrecieron un sueldo bastante bueno para el nivel de educación que tenía, decidí aceptarlo”.

La falta de apoyo familiar de Agustina hizo que esta fuera una decisión rápida y sin objeciones.

Siente que recién ahora, a los 24 , está empezando a descubrir qué quiere hacer en la vida.

Ante la pregunta de si tenía sueños para el futuro cuando era chica, responde:

“No [tenía sueños], porque nadie me apoyó en mis ideas. Te desmotiva, porque no te dan validez. Entonces después no sabés ni dónde estás parado, qué querés hacer, para dónde ir, qué es lo que te interesa, qué es lo que no, porque no lo cultivaste cuando lo tenías que cultivar, entonces después cuesta más”.

Hoy, está estudiando corte y confección, y trabaja como promotora.

Así se ve su trayectoria educativa.